El artista y diseñador Lee Petty de Double Fine Productions viene construyendo silenciosamente una carrera brillante. Trabajando en la parte artística de Psychonauts 2, Brütal Legend y Broken Age, además Petty también fue el director de los creativos Headlander y Stacking. En su nuevo proyecto, cambia las muñecas rusas por un faro viviente en un mundo moribundo. Y el resultado es una experiencia que puedo definir como perfecta.
Keeper no solo desafía géneros, como aventura, plataformas, puzzle. Asombra por su belleza visual y diseño creativo, hasta el punto de parecer un juego hecho por un artista que ve la realidad de otra forma. Lo que empieza como una curiosidad termina siendo un viaje memorable, hipnótico y constantemente sorprendente.
Un mundo sin palabras, pero con vida
Aunque pareciera desarrollarse en la Tierra, Keeper se sitúa miles de años después de la desaparición humana. Es difícil precisar dónde o cuándo ocurre, ya que la historia es totalmente muda. Se narra casi sin texto, salvo breves fragmentos que se desbloquean con logros. Pero realmente no importa, porque el paisaje ha cambiado tanto que resulta irreconocible.
Todavía hay algún que otro ave o pez, pero la mayor parte del entorno parece una fusión entre lo orgánico y lo mecánico. Un ecosistema donde la naturaleza y las máquinas se entrelazan. Las ruinas humanas están cubiertas de vegetación, convertidas en parte del entorno. La flora y la fauna evolucionaron hacia formas tan extrañas como fascinantes. Piedras vivas que se mueven, nabos conscientes, árboles con muchos ojos, caracoles y tortugas que flotan en el aire.
Pero, algo está mal. Una plaga conocida como The Wither se expande, infectando la tierra con tentáculos viscosos y enjambres de insectos oscuros. El mundo necesita un héroe. Y lo que responde al llamado es, increíblemente, un faro. No uno habitado, sino un faro vivo que, tras un accidente, cobra conciencia y se levanta sobre patas de cangrejo para iniciar su travesía.
Un faro un poco torpe, pero…
Al principio cuesta moverse. Los primeros minutos te ves tambaleando como marinero borracho, pero pronto te acostumbrás a tus nuevas extremidades. No podés saltar (al menos al inicio), pero sí emitir un rayo de luz que puede curar plantas o destruir al Wither, haciendo estallar sus raíces púrpuras o ahuyentando enjambres. También activás mecanismos antiguos y elevás puentes, avanzando poco a poco hacia la montaña que te llama a través de visiones.
Tu compañero inseparable es un ave llamada Twig, que se posa sobre vos tras perder a su familia. No puede combatir, pero sí volar y manipular objetos, palancas o engranajes. Muchos puzzles combinan su ayuda con tu luz, exigiendo coordinar acciones para activar energía, abrir rutas o manipular máquinas dormidas.
Los primeros rompecabezas son simples, alinear engranajes, guiar una palanca, organizar talismanes, pero el diseño se profundiza con el tiempo. Lo que empieza como minijuegos se transforma en puzzles vivos dentro del entorno, donde hay que coordinar haces de luz, manipular criaturas flotantes o engañar elementos naturales para seguir avanzando.
Un viaje que evoluciona
Lo que al inicio parece una aventura se transforma en una experiencia más exigente, pero también más rica y variada. Keeper sorprende, en un momento tenemos una distorsión temporal en una aldea robótica, donde activas orbes para saltar entre pasado y futuro. Puzzles que cambian el paisaje, y desafíos que alteran a Twig según la época. Todo se vuelve más profundo, más inteligente y mejor diseñado.
A lo largo de la historia, el faro sufre daños, pero la misma fuerza que le dio vida lo reconstruye y mejora. Aprendés a cruzar agua, aprovechar corrientes de aire y finalmente saltar, ampliando las posibilidades jugables. El tramo final, completamente diferente a lo anterior, incluye acción.
A medida que el ritmo se acelera, Keeper se vuelve más orientado a la acción. Algunos jugadores de aventura tradicional quizás extrañen los puzzles más tranquilos del inicio, pero la curva de dificultad es justa. Requiere algo más de coordinación y reflejos, pero sin caer en frustración. El consejo ideal, jugar con gamepad. La cámara, sin embargo, es el punto débil, aunque en general funciona bien, a veces bloquea salidas o encuadra mal al protagonista.
Un espectáculo visual y sonoro
Visualmente, Keeper es un delirio artístico. Cada escenario parece una pintura viva, con trazos visibles, colores saturados y biomas integrados sin cortes de carga. Vas de paisajes de polen rosa a cavernas fosforescentes, desiertos con esqueletos gigantes o cascadas que dominan ciudades arruinadas. Todo fluye con coherencia y asombro.
El diseño de color es una locura, naranjas de atardecer, verdes densos, azules melancólicos, luces frías y sombras vivas. A ratos recuerda a What Dreams May Come, esa mezcla entre belleza y oscuridad emocional. Hacia el final, eso sí, el tono se vuelve casi psicodélico, lo que puede saturar a algunos.
La música brilla con variedad, campanas solitarias, violines melancólicos, sintetizadores, percusión tribal, y melodías orientales que acompañan cada ambiente. Los efectos de sonido, en cambio, no alcanzan el mismo nivel; las pisadas del faro y los sonidos de Twig son tenues, y hay que ajustar el audio para que destaquen.
Pero no todos es bueno, el rendimiento es muy pobre, con una INTEL CORE ULTRA 265K, y una RTX 5090 el juego no pasa de los 52 FPS en 4k. Por suerte tenemos DLSS de NVIDIA, con eso llegamos a los 125FPS. Lamentablemente el juego es otra victima de la mala optimización de 2025.
Una experiencia corta
Keeper se divide en 29 capítulos. En total, el juego dura unas 5 a 7 horas, esto según el jugador, con una dificultad baja y sin muertes o pantallas de game over. No hay sistema de pistas, pero los objetivos suelen aclararse con exploración.
La rejugabilidad es limitada, podés restaurar santuarios ocultos de los Time Elders, pero no hay demasiados. Sin embargo, el capítulo selectivo y el autosave facilitan volver para descubrir detalles perdidos. El mayor punto débil está en la historia, el misterio funciona, pero se echa de menos un poco más de contexto o interacción emocional entre el faro y Twig. Hay momentos tiernos, sí, pero el vínculo podría haberse desarrollado más.
Conclusión
Quien diga que un juego no puede tener corazón y belleza claramente no jugó Keeper. Es un juego que piensa, siente y asombra al mismo tiempo, capaz de hacerte reflexionar, sonreír y quedarte quieto solo para mirar lo que tenés enfrente. Keeper no se limita a entretener, te invita a experimentar un mundo que vibra con vida propia. Donde el arte, la música y el diseño se funden en una misma idea.
Lo que Lee Petty logra aquí es una obra de arte jugable, que mezcla géneros, emociones y estilos con una identidad inconfundible. Es creativo, arriesgado y diferente, y aunque no todas sus apuestas gustarán a todos, este juego, es una experiencia imprescindible.
Keeper es una carta de amor al arte interactivo, una historia muda pero visualmente poderosa, que se siente como una pintura en movimiento. Sacando que tiene un rendimiento espantoso, el juego es espectacular, y se merece un 9.
























