Muchos recordaremos este juego como uno de los más difíciles de la infancia, el sólo hecho de pensar que debíamos llegar al sexto Reino, atravesando infinitos campos, saltar entre plataformas y enfrentarnos a cientos de enemigos moribundos, nos daba una sensación de pesar, pero no por eso dejaríamos de volver a intentar el reto. Acaso pensar de volver a encontrarnos con la princesa Guinevere nos harían sentir ganas de volver a intentarlo, por enésima tercera vez en la tarde.
Y no solamente de muchos reintentos debíamos hacernos lugar, sino de muchísima paciencia y también ir creando una especie de automatización en nuestras cabezas, capaz de ir saltando y disparando a la vez junto con reflejos rapidísimos para poder disparar nuestras lanzas gigantes contra los enemigos que se aparecían de todos lados. Todo con una música y ambientación increíbles para la época, de los mejores de plataformas allá por el año 1985.
Ghosts n Goblins
Recuerdo personalmente cada vez que uno pegaba un salto hacia adelante, era imposible controlar el salto, en cada uno de ellos rezábamos en el aire y ese rezo duraba milisegundos, pero parecían eternos, rezar y esperar que ningún enemigo aparezca justo por delante, atrás o por debajo del suelo, para hacernos perder la armadura y estar en ropa interior al tocarnos (en esa época como en Super Mario Bros, si te tocaban no morías, pero quedabas chiquito con menor poder de supervivencia), lo cual era el paso previo casi seguro en un 95% a morir luego. El juego nos hacía sentir todo el rigor de calcular el salto exacto, ser precisos en los ataques, y sabernos casi de memoria el timing de la salida de enemigos por doquier. Esto era una vuelta de tuerca más para los Sidescroller de la época como era el Vigilante, que aparecían sólo por detrás o adelante. Cada arma de Arthur poseía un cierto rango y trayectoria, con lo cual deberíamos muchas veces sortear ciertos upgrades que nos harían más mal que bien.
Si les gusta revivir el pasado y jugar un gran juego, este sigue siendo aún hoy uno de los juegos que seguirán dándoles horas de frustraciones y alegrías.