Un grupo de científicos de la universidad de Surrey, en Inglaterra, han dado un paso de gran importancia para entender el comportamiento del inestable isótopo de bismuto Bi-212, algo que en definitiva les permite seguir adelante en su camino cuya meta es el control de la energía nuclear atrapada, de forma que ésta se libere en pequeñas dosis según las necesidades del dispositivo en el que se use.
Teóricamente el descubrimiento del profesor Phil Walker y sus colegas, gracias al uso de un anillo de almacenamiento especial para el Bi-212, podría dar lugar a baterías con una capacidad hasta 1 millón de veces superior a la de las que utilizamos actualmente, un dato que dejaría la disipación de calor como la nueva gran barrera a vencer.
Es evidente que todavía queda mucho camino por recorrer para que podamos llegar a ver algún día baterías de este tipo a nivel comercial, especialmente si tenemos en cuenta el gran riesgo que supondría el más mínimo fallo en las mismas para el consumidor, pero resulta una posibilidad realmente interesante.