Ivan Sentch no tiene un millón de dólares, que es lo que sale un Aston Martin DB4 de 1961, pero sí tiene una impresora 3D con la que esta consiguiendo su sueño de tener el auto, pero no en el sentido habitual de ensamblar las piezas en el garaje de casa sino que está imprimiendo la propia carrocería del coche.
Gracias a un detallado dibujo 3D que consiguió en internet y que el propio Sentch ha podido modificar, esta imprimiendo la carrocería en fibra de vidrio mientras emplea el chasis, el motor, la transmisión y la suspensión procedentes de otros vehículos en un singular Frankenstein impresomotorizado.
El hábil impresor tridimensional neozelandés coloca la carrocería sobre el chasis donante que adquiere el inconfundible aspecto de este automóvil digno de James Bond.